jueves, 28 de enero de 2010

Como humo de tabaco...


Es duro. Muy duro. Extremadamente duro. Y el que diga lo contrario, miente como un bellaco.
Llevaba bastante tiempo rumiando esta idea, aunque siempre lo dejaba para más adelante, como todos hacemos cuando algo realmente no nos interesa. Sin embargo, un amargo suceso acaecido hace tan solo una semana fue el detonante para dar el paso definitivo, así que me insuflé de ánimo y tomé la firme decisión de dejar este vicio.
Bien, pues desde entonces, mi vida es un suplicio.
¿Dónde queda la típica frase de "ya verás que enseguida te vas a encontrar mucho mejor"? ¡Mentira cochina! Me siento profundamente estafada por todos aquellos que me han animado a abandonar este hábito. Una de dos: quienes aseguran dicha afirmación, o lo hacen sin conocimiento de causa, porque jamás han pasado por una situación similar, o por el contrario lo único que pretenden con esas palabras cargadas de optimismo es endulzarte la píldora amarga para que pase mejor por tu garganta.
Al día siguiente de decirle "adiós" al último palito, la tos hizo acto de presencia en mí y ahora se ha instalado como una okupa sumamente desagradable, convirtiéndose en mi tarjeta de presentación frente al mundo. Lo peor, que esto no tiene visos de remitir, al menos por el momento. Pero vamos a ver, ¿no se supone que esto tendría que funcionar al revés? ¿No se supone que esto se produce por un exceso de tabaco, no por la falta de éste?
Luego, otro "tópico" que tampoco se ha cumplido (empiezo a pensar que soy un bicho raro): el apetito. Por todos los frentes te llega la misma información, algo que muchas veces te echa para atrás a la hora de decidir darle carpetazo al fumeteo: "con la ansiedad, se te abrirá el apetito, y es muy normal que cojas unos cuantos kilos porque sustituyes el tabaco por la comida". ¡Otra flagrante mentira! A ver, que a mí no me importaría reducir mi peso, pero no a costa de dejar de comer… si es que parece que me han cosido la boca porque no me entra nada… y eso tampoco puede ser bueno.
Lo dicho: ahora mismo me siento como un calcetín usado, hecha unos zorros. Y no es porque tenga "mono" y me apetezca fumar (al fin y al cabo, esa sensación la sobrellevo moderadamente bien y, excepto en algunos momentos puntuales, soy perfectamente capaz de no sucumbir a la tentación). ¡Es que físicamente me encuentro fatal! Vamos, que conmigo, los investigadores deberían hacer un estudio aparte, porque con el paso de los días, en vez de ir a mejor, voy a peor.
Sin embargo, con todo lo dicho anteriormente no quiero dar pie a confusiones: esto no es una declaración de intenciones a favor del tabaco ni una justificación para seguir fumando. Existen muchos tipos de adicciones perniciosas para la salud, y fumar es una de las más arraigadas en nuestra sociedad. Aunque ahora mismo parezca que esté pataleando como un niño pequeño con un berrinche de aupa, soy plenamente consciente de que esto es por mi bien, que tarde o temprano me encontraré mejor y mi salud me lo agradecerá (además del agradecimiento de todos lo que me rodean).
No estoy segura de poder conseguir la victoria en este primer intento porque, después de quince años ininterrumpidos, es muy difícil darle carpetazo definitivo al tabaco de un día para otro. Tal vez, dentro de un tiempo, recaiga otra vez; muchas veces nuestra fuerza de voluntad sufre períodos de bajón, aunque también nuestra condición humana nos hace superarnos frente a las adversidades. Y ahora es diferente. Ahora tengo un punto más a mi favor para conseguir mi meta, algo muy importante que nunca antes había tenido: la intención de querer dejarlo.
Sólo espero que mis buenas intenciones no se dispersen en el aire "como humo de tabaco" y, dentro de unos años, cuando me preguntéis qué significa para mí esa frase, os pueda decir con total firmeza y seguridad que es únicamente el título de una canción. Una preciosa canción que habla de un vicio, éste por el contrario muy saludable, que me inspira enormemente a la hora de escribir mil y una historias: EL AMOR.

jueves, 21 de enero de 2010

Hoy mi alma llora por ti



Tengo el alma sangrando. Hoy es uno de esos días amargos en los que clamas al cielo con la voz rota por el dolor y, con los brazos en alto, el semblante contraído y un nudo en el estómago que te impide respirar, gritas un desgarrador "¿por qué?" sin recibir respuesta alguna por parte de nada ni de nadie. Aunque a lo largo de toda tu vida hayas recibido muchas ostias, demasiadas pero no las suficientes como para haber perdido la fe, cuando ese férreo e implacable puño te vuelve a golpear en la cara, te sigues preguntando: "¿por qué?". Pues porque la vida es injusta.

Da igual que seas joven o viejo, el color de tu piel, tu raza o religión. A cualquiera le puede tocar, pero cuando se escapa el último aliento de una persona que está en la flor de la vida, irremediablemente te planteas qué o quién es el artífice de tanto dolor, de tanto sufrimiento vano. Porque no existe ninguna justificación posible para que estas cosas tengan que suceder, por mucho que me intenten convencer de lo contrario. Ahora mismo la intensa rabia que nace de mis entrañas se entremezcla con la profunda aflicción que siente mi corazón, y mientras las lágrimas empañan mi vista, sólo atino a repetir una y otra vez: "¿por qué, Dios mío? ¿Por qué?"

Alberto, dondequiera que estés en este momento, intenta darnos ánimos a todos los que lloramos tu pérdida, ayúdanos a sobrellevar este amargo trance. Y ten por seguro que, aunque te hayas ido, no estás lejos de aquí, ni nunca lo estarás, porque un pedazo de ti se mantendrá intacto en nuestro interior, porque tu recuerdo habitará para siempre en nuestros corazones.

D.E.P.

miércoles, 20 de enero de 2010

Toda historia tiene su continuación...



... aunque la historia sea insignificante, breve e inconclusa como ésta. Después de esta escena supongo que vendrán más, porque nunca se puede decir que algo ha llegado completamente a su fin. Siempre hay más, seamos o no conscientes de ello. El tiempo no se puede detener, cada segundo que pasa surgen mil y una historias nuevas, tanto originarias de nuestra propia mente como resultantes de la vida real, y de nuestra mano sólo depende el captar esos momentos concretos y plasmarlos por escrito como si de una fotografía se tratase. Aun así, la historia sigue avanzando tras la toma puntual de esa instantánea, lenta e inexorablemente, hasta donde nosotros se lo permitamos. E incluso sin permitírselo, no se detendrá. Puede haber un desenlace por nuestra parte, pero eso no significa que para los demás haya acabado. Ese "fin" siempre es relativo.
Aquí tenéis la continuación de la escena anterior. El siguiente episodio, tanto en mi mente como en la vuestra... aún está por escrib"Un amargo regusto a bilis le bajó por la garganta al oír aquellas palabras.
Jamás pensó ni por un momento que pudiese dar con su paradero. Se había creído segura entre los sólidos muros de aquel sagrado lugar, alejada de cualquier contacto con el exterior, alejada de él y de su inmundicia, pero la obstinación de ese hombre no conocía límites. No descansaría hasta ver destruido todo su mundo, hasta verla destruida a ella. Sin embargo, había obviado un pequeño detalle de gran importancia: no podía hundirla porque ella ya había tocado fondo gracias a él. Más bajo no podía caer, así que ahora sólo le quedaba comenzar a ascender. Aun así, no volvería a subestimar a ese desgraciado. Si no había podido huir de sus garras, al menos lucharía con todas sus fuerzas y lo enfrentaría. Todo radicaba en impedir que viese signo alguno de debilidad en su actitud, porque de lo contrario estaría perdida.

Sabía que la estaba contemplando detenidamente, aunque la mirada de ella permanecía fija en un punto indeterminado del suelo. Estaría con las piernas ligeramente abiertas y sus musculosos brazos cruzados en el amplio tórax; majestuoso como un tótem, irradiando arrogancia por cada poro de su piel. Pero esta vez no conseguiría amedrentarla. Levantó la barbilla a modo de desafío y, tras una mirada fulminante a sus fríos ojos grises, le contestó:

-Yo no le pertenezco a nadie. Mucho menos a vos.

Cole enarcó una ceja, sorprendido ante la inusitada audacia de esa mujer. El aspecto etéreo que irradiaba contrastaba ferozmente con el fuerte carácter que estaba demostrando poseer. Pero ya se encargaría él de refrenarla más adelante. Ahora tenía que hacerla creer que sus palabras no le habían afectado, que para él eso era insignificante. Un imperceptible movimiento de sus hombros le indicó a la muchacha que no le había dado ninguna importancia a su comentario, que para él no tenía valor alguno. Se tomó su tiempo en refutar ese ataque tan directo.

-En eso os equivocáis, milady –arrastró deliberadamente el tono de la última palabra, burlándose así del título que de nacimiento le pertenecía-. Vuestro padre me entregó a vos y no sois quién para contradecir las últimas voluntades de un hombre de bien. Debéis hacer honor al contrato que llevamos a cabo, puesto que ni el rey puede anular este compromiso.

Isabelle explotó.

-¡Miserable ruin! ¿Ahora tenéis consideración para con mi padre? ¡Vos le vilipendiasteis, despojándole de todo cuanto le pertenecía, provocando así su muerte repentina! Acabasteis con la única persona que me ha querido de verdad, arrasasteis con todo, destruyendo mi vida. Pero hay algo que salió indemne y jamás me podréis arrebatar: mi orgullo. ¡Mi orgullo! Ni por todo el oro del mundo me iría con vos. ¡Antes muerta que denigrarme a permanecer a vuestro lado! ¿Me habéis oído? ¡Antes muerta!

-Amén –respondió Cole con ironía, aparentemente tranquilo, aunque un ligero tic apareció sin previo aviso en su ojo derecho-. ¿Habéis terminado de desahogaros? Debemos irnos.

Tras decir esto último, el hombre abandonó su fingida pasividad y comenzó a avanzar hacia Isabelle con la clara intención de agarrarla. Ella, al ser consciente del peligro inminente que supondría ser inmovilizada por él, retrocedió unos pasos con suma lentitud. Una idea peregrina le vino entonces a la mente y, sin pensárselo dos veces, introdujo su mano derecha en el bolsillo del vestido. Tanteó el interior durante unos segundos hasta que dio con el mendrugo de pan que allí ocultaba, lo sacó con convicción y se lo lanzó directamente a la cara. El improvisado artefacto utilizado como proyectil describió una trayectoria curva y pasó a escasos centímetros de la mejilla de Cole, aunque éste ni siquiera se inmutó. Incluso el tic desapareció. Simplemente esperó hasta que la muchacha se percató de que había errado en su tiro. Todo lo demás ocurrió muy rápido: en un momento Isabelle estaba abriendo la boca, ahogando una exclamación, y al siguiente se debatía sin mucho éxito entre los fuertes hombros de Cole, intentando inútilmente zafarse de él."

Isabelle©Chus Nevado




sábado, 16 de enero de 2010

El recuerdo de lo olvidado


Hace años, cuando comencé a dar mis primeros y titubeantes pasos por el desconocido mundo de las webs, en mi solitario vagar por esos lares descubrí una página en concreto que me subyugó por completo. Lo que en un principio se trataba de una mera visita puntual, con el único propósito de realizar una consulta referente a una autora de novela romántica, terminó por convertirse en una estancia permanente. Por aquel entonces y durante mucho tiempo, llegué a considerar ese lugar mi segundo hogar. No sólo encontré allí gente maravillosa, cuya amistad perdura indeleble a día de hoy, sino que además ese sitio consiguió despertar en mi interior algo que llevaba mucho tiempo aletargado: mi pasión por la escritura. Un simple juego entre foreras avivó mis ansias de escribir algo más que burofaxes e informes, documentos insulsos que no me llenaban para nada. Recordé que, cuando era pequeña, disfrutaba enormemente inventando historias en mi cabeza para después plasmarlas en papel, y decidí sin pensarlo que quería retomar ese camino. Mi camino, no el de otros. 

Las ideas comenzaron a surgir en mi mente igual que un torrente incontrolable, y en una carrera audaz y alocada hasta mis dedos, se transformaban como por arte de magia en palabra escrita. Poco a poco fueron naciendo, una tras otra, escenas de todo tipo y condición; algunas con tintes serios, bastante meditadas con anterioridad; con otras simplemente me daba el gusto de dejar volar mi imaginación... hasta que llegó un punto en el que me di cuenta de que no podía dejar de nuevo que eso se perdiese, que lo que había despertado volviese a entrar en hibernación. Me planteé un reto mucho más atrevido, algo que ni yo misma creía que podría llevar a buen término, pero finalmente y tras un arduo esfuerzo, lo conseguí: hace dos meses, terminé mi primera novela. Pero hoy no quiero hablar de eso. Hoy, me apetece regalaros una de esas escenas que hasta hace dos días tenía bien guardaditas en un cajón de mi disco duro. Es una tontería, está sin corregir, como todas las demás, pero ahora que las he desempolvado no pienso olvidarlas nunca más, porque ellas han sido las precursoras de todo.

Geni, gracias por hacerme recordar. 


"El cielo rosáceo, cargado de matices anaranjados, fue el preludio de la llegada de un nuevo día.

Nadie se había levantado aún, pero el suave trino de un pequeño ruiseñor anunció que la noche había llegado a su fin. Ése era el momento ideal para salir a caminar tranquilamente, sin miedo a encontrarse con ningún fraile. No es que le hubiesen prohibido de forma terminante salir en presencia de éstos, pero se sentía bastante incómoda al cruzarse con alguno de ellos por los pasillos. La miraban de arriba abajo, un tanto escandalizados por el hecho de que una mujer invadiese sus dominios, y eso le hacía considerarse fuera de lugar.

Su primer destino fueron las cocinas. No solía desayunar en compañía, puesto que ya estaba harta de sentirse un bicho raro en el comedor ante tanta mirada evasiva. Tomó una tajada de jamón y un mendrugo de pan del día anterior y se los metió en el bolsillo interior de su vestido.

Ya los saborearía con más tranquilidad cuando estuviese sentada en su peñón, alejada de cualquier contacto humano que pudiese turbarla más de lo que estaba. Había descubierto ese sitio poco después de llegar al monasterio, y desde entonces no había dejado de ir allí ni un solo día. En ese lugar se sentía en paz, consigo misma y con los demás.

Dio un gran sorbo al odre de aguamiel que había sobre la gran mesa de roble y se dirigió hacia una puerta situada a la izquierda del horno de pan. Ésta comunicaba con el jardín trasero, un pequeño huerto donde los frailes cultivaban hierbas medicinales, pero que también servía como vía de escape ante una posible emergencia. Una pequeña trampilla, oculta entre unos macizos de lavanda, daba paso a la libertad del exterior. La encontró por casualidad una tarde que estaba recogiendo flores de manzanilla y hojas de menta para una infusión, y aunque los frailes eran conscientes de que la muchacha había comenzado a utilizarla para sus escapadas matinales, jamás le dijeron nada.

Se agachó con fluidez, tiró de la manivela y traspuso el hueco. Ahora podría dejar que la brisa azotase su rostro sin ningún tipo de remordimiento. Se levantó el ruedo de la falda, pero cuando ya se disponía a echar a correr como una centella, oyó retumbar una voz grave a sus espaldas:

-No es menester que una dama como vos salga por una puerta trasera, ocultándose como un vil ladronzuelo.

Ella se giró lentamente, reconociendo al instante, con suma claridad, esa voz profunda aun después de haber transcurrido tanto tiempo desde la última vez que la escuchó. Se encontró con la mirada, fría como un glaciar, de ese hombre que no había podido olvidar, a pesar de haberlo intentado con todas sus fuerzas. Finalmente la había encontrado.

-Tú… ¿qué haces aquí?

-He venido a buscar lo que me pertenece. A ti."

Isabelle©Chus Nevado

martes, 12 de enero de 2010

REUNIÓN EXTRAORDINARIA DE VECINOS

La primera entrada en éste, mi nuevo rincón de evasión… ¡qué extraño me resulta hasta el simple hecho de pensar en ello! Si unos meses atrás, alguien me hubiese dicho que iba a crearme mi propio blog, me habría reído en su cara sin dudarlo por tamaña tontería. ¡Pero si soy una negada para la informática! Sin embargo, como yo misma suelo declarar en numerosas ocasiones: "nunca digas de esta agua no beberé, este cura no es mi padre y…" (bueno, creo que voy a obviar la última parte porque no es políticamente correcta, jajajaja).

Y aquí estoy, estrujando al máximo las contadas neuronas que habitan dispersas en mi abotargada azotea, intentando organizar con todas ellas -y pese a la diversidad de caracteres e inclinaciones de todo tipo- una reunión extraordinaria de vecinos con un único punto del día: decidir cuáles serían las mejores palabras, aquéllas de mayor propiedad, que aparecerían impresas en la circular que os quiero hacer llegar a tod@s. En esa nota queríamos expresar, del modo más sincero y sencillo posible, nuestra invitación formal a la inauguración de este nuevo hogar que hoy se funda. Tras una larga tarde de acaloradas discusiones, con una variedad inmensa de discrepancias, opiniones encontradas e incluso algún que otro exabrupto, por fin hemos llegado a un entendimiento común. Ha sido una ardua tarea, pero aunque parezca extraño, hemos conseguido ponernos todas, mis volubles y asilvestradas neuronas y yo, de acuerdo en algo. El acta de la sesión se ha firmado, por unanimidad, con una única frase: 

Bienvenid@s seáis tod@s.